jueves, 23 de mayo de 2013

Crítica Los últimos días


Parece que ciertos géneros estén aquejados de un determinismo que pocos se atreven a romper. Si parece que las películas, por ejemplo, de terror found footage están marcadas por la aparente necesidad de un final abrupto y trágico, parece que igualmente las películas apocalípticas deben de seguir unas líneas, unas pautas en las que tienen que haber personajes que sucumben continuamente a sus debilidades y en donde no puede faltar, por supuesto, ese carácter especialmente odioso en el grupo de supervivientes cuya presencia es más negativa para el resto que la propia amenaza.

Grande es el que se rebela, el que no acepta, el que transgrede esa tentación de hacer lo mismo. Los hermanos Alex y David pastor nos presentan el Fin del Mundo entendido como una catarsis, una vuelta a los orígenes, a las cuevas en las que ante el fuego se contaban historias.

Lo hacen, además de con esta frescura que aporta nueva savia al género, con un pulso narrativo envidiable, en el que continuamente deseas saber lo que va a ocurrir tras cada fotograma. La cámara estupendamente movida de los Pastor, sin hurtar totalmente la lucha de supervivencia en la que desembocaría un caos como el que origina su inédita idea -una agorafobia colectiva es el detonante del fin de la civilización-, nos muestra la evolución de la relación entre dos personajes como los de Quim Gutierrez y José Coronado.

Lo hace con la aportación de sus interpretaciones -especialmente la de un, una vez más, encomiable Coronado-, y con un estilo narrativo que también nos retrotrae incluso -entre otras influencias cinematográficas- a la forma de contar historias de aventuras de finales del siglo XIX. 

Todo eso en el marco de una Barcelona magníficamente retratada, una Barcelona que luce bella... incluso en su versión apocalíptica.





Nota 7

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