sábado, 8 de junio de 2013

Crítica de Flowers of War

Uno de los más terribles episodios de la guerra moderna, a veces olvidado por los posteriores horrores de la segunda guerra mundial, es el asedio por parte de los japoneses a la ciudad de Nankín en la segunda guerra chino-japonesa durante los años 1937 a 1945. El detonante a dicha guerra en el continente asiático fue el dominio de una ciudad en la que se llevó al límite la tortura, los abusos y el asesinato sobre la indefensa población.

Una pesadilla ya retratada con crudeza por el filme 'Ciudad de Vida y muerte' y que Yimou retoma para contarnos una odisea dramática en la que, como debe de ser en una buena historia que nos implique e interese, observamos la evolución de los protagonistas en un viaje desde el egoísmo al heroísmo, representado por ese empleado de pompas fúnebres que solo piensa en si mismo magníficamente encarnado por un creíble Christian Bale -cuya presencia además servirá de reclamo al público occidental- y un grupo de prostitutas que comenzarán a ver lo que hay más allá de sus propias vidas.

Yimou nos ofrece situaciones impactantes regadas por imágenes tan bellas como terribles, en las que los regueros de sangre como símbolos de la muerte se entrecruzan con vidrieras de colores que deberían ser símbolos de esperanza,y muchos de sus encuadres y tomas son un homenaje a lo que debe ser el cine.

Pero, con todo y con sus abundantes aciertos, la película, que ha batido records tanto en recaudación como en presupuesto en su país de origen, fracasa un tanto en conformar un esqueleto más emocional y que cale en mayor medida en el ánimo del espectador. 

Zhang Yimou, que fue capaz de construir un perfecto engranaje emotivo en 'Amor bajo el espino blanco' con muchos menos medios y con una historia más sencilla y transparente, deviene en cierta torpeza narrativa al plasmar con algunos brochazos faltos de sutilieza una situación terrible ya de por sí, y que no es capaz de contar sin dejar deslizar algo de maniqueismo -muy presente en la ejecución del colaboracionista o en ese oficial con gusto por la música y algo compasivo que parece sacado de 'El pianista'- que enmascara y hace diluir el auténtico alcance de una situación que debió ser aún más horrible que lo contado, pero con sujetos de carne y hueso que no se comportaban como villanos de filme, sino como algo mucho más incómodo y difícil de plasmar en una pantalla: como personas iguales que nosotros mostrando su lado más oscuro espoleado por la guerra.


Nota 7

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